Aferrarse al amor roto

Apr 24, 2025 | Bienestar

Síguenos 

Paloma

Hay clásicos que no pasan de moda, y luego está La Paloma: ese cóctel que se reinventó a sí mismo sin perder su esencia. Fresca, cítrica y elegantemente simple, La Paloma ha dejado de ser “esa bebida refrescante para el calor” para convertirse en un emblema de la mixología de autor

Oda sonora a la seducción

La artista mexicana Alaíde continúa dando forma al universo musical de su anticipado álbum debut con el lanzamiento de su cuarto sencillo, titulado “La Movie Completa” rodeada de talentos como el productor y músico P.LÚ, la cantante Immasoul, y el reconocido saxofonista Saxonoro

Provocador

La fusión entre el diseño radical de Rick Owens y la herencia deportiva de Converse continúa dando frutos provocadores. Esta vez, ambas marcas presentan una nueva entrega dentro de su ya célebre colaboración: el TURBOWPN Ox

Agenda Coquette | 2-5-25

Prepárate para disfrutar al máximo este fin de semana con nuestra Agenda Coquette, una guía curada con los mejores planes para consentirte, divertirte y vivir momentos memorables durante la segunda semana de mayo

Muñeca

La noche en la Ciudad de México se volvió un desfile de estilo, actitud y empoderamiento cuando Ester Expósito, la actriz española que ha conquistado pantallas y corazones, aterrizó con todo el glamour para presentar la campaña “Not A Doll” de Desigual

Conquistadas

El síndrome del conquistado no es un término médico ni un diagnóstico oficial, pero es una idea poderosa que describe una actitud interiorizada en la que se percibe lo extranjero como superior y lo propio como insuficiente. Esta visión nuestra relación con el exterior, y cómo nos tratamos entre nosotros

Cuando el amor no basta

Desde niñas, absorbemos cuentos donde el príncipe llega para rescatar, corregir, proteger. Y aunque esos relatos están envueltos en dulzura y romanticismo, muchas veces siembran la idea de que nuestra plenitud está afuera: en otra persona, en una unión que lo solucionará todo

Una historia comienza

Pandora, la marca de joyería más grande del mundo, haya elegido a Tyla —sensación global y ganadora del Grammy®— como su nueva embajadora.

Rugido de color

Cuando dos íconos del estilo global se encuentran, el resultado solo puede describirse como audaz. Así es la nueva colaboración entre Converse y la casa de moda parisina Kenzo, que presenta una colección limitada pensada para quienes viven y visten sin miedo.

Isla

Llega un nuevo fashion film que nos transporta a un santuario de ensueño, un espacio casi místico donde la naturaleza, la historia y la espiritualidad se entrelazan.

El amor, dicen, todo lo puede. Pero ¿qué pasa cuando lo que sostenemos ya no es amor, sino miedo, rutina o presión social? La idea de mantener un matrimonio a toda costa es, para muchas personas —sobre todo mujeres—, una herencia emocional profundamente arraigada. Vivimos en una sociedad que premia la permanencia por encima del bienestar, y nos enseña que “fracasar” en el matrimonio es un reflejo directo de nuestro valor personal. Así, aun cuando la relación se ha tornado asfixiante, dolorosa o simplemente vacía, nos aferramos. ¿Por qué?

Desde la infancia, muchas mujeres han sido educadas con la idea de que el matrimonio es una meta, una forma de validación y un símbolo de realización personal. La boda soñada, el vestido blanco, el “vivieron felices para siempre” no solo son narrativas de cuentos de hadas: son expectativas culturales profundamente incrustadas. Abandonar un matrimonio, entonces, no es solo separarse de una pareja; es romper con todo lo que se creía debía ser.

A esto se suma la presión externa. “¿Y los hijos?” “¿Qué dirán tus padres?” “¿Vas a tirar tantos años a la basura?” La permanencia se vuelve un deber, y el deseo de salvar la relación —aunque ya no haya qué salvar— termina siendo un castigo autoimpuesto.

Pero, ¿qué mecanismos psicológicos llevan a una persona a mantenerse en una relación infeliz, incluso cuando ya es evidente que el vínculo está roto? “La negación es un buen ejemplo. No querer aceptar la realidad tal como es —incluso sabiendo que no se es feliz— refleja cómo el miedo puede dominar al yo y silenciar su verdad. La negación, en este caso, se convierte en un mecanismo de defensa poderoso”, resalta Pamela Urista, licenciada en psicología. “También es común observar la formación reactiva: el individuo actúa de forma contraria a lo que realmente siente. Por eso no es raro ver relaciones cuya dinámica se sostiene a través de la culpa. Sentir que ya no amamos a nuestra pareja, reconocerlo y, ante ello, experimentar culpa… lleva muchas veces a intentar compensar ese sentimiento a través de un exceso de cariño o mediante el mantenimiento de una apariencia idealizada.”

Hay muchas razones por las que se sigue viviendo este fenómeno. El miedo al cambio, la incertidumbre de empezar de nuevo, el sentimiento de culpa, el apego emocional, el temor al juicio social… Pero en el fondo, muchas veces lo que sostiene el vínculo es la idea de que “yo elegí esto, y debo sostenerlo hasta el final.” Esa creencia, aunque parezca noble, puede convertirse en una jaula.

A esto se suma una narrativa profundamente patriarcal: que las mujeres deben sacrificarse, ser comprensivas, sostener la relación pase lo que pase, cuidar del otro aunque eso signifique abandonarse a sí mismas.

Esto nos lleva a pensar cuáles son los efectos a largo plazo —emocionales y físicos— de sostener un matrimonio por presión social o miedo al cambio, en lugar de por amor o bienestar personal. ”​​No existe, como tal, una lista única de efectos a largo plazo, ya que el cuerpo y la mente de cada individuo se manifiestan de formas distintas. Hay personas que, incluso psicológicamente, logran bloquear esa insatisfacción mediante mecanismos de defensa y actúan de manera ‘normal’, sin dejar rastro aparente de frustración. Por otro lado, también existen conductas autodestructivas que pueden emplearse como medida de escape. Sea cual sea el caso, siempre habrá un impacto en la pareja y, si hay hijos, en la dinámica familiar”, resalta la egresada de la licenciatura en psicología de la Universidad Autónoma de la Laguna. “Aquí es fundamental resaltar la importancia de la salud mental y de acudir a terapia como una herramienta para resolver conflictos internos, tomar decisiones de manera asertiva y restaurar el bienestar individual y relacional”.

Decir adiós, no es fácil, y existen muchas repercusiones invisibles que nos atacan por fuera y dentro:

Físicamente, vivir en un estado constante de tensión o tristeza puede reflejarse en el cuerpo de maneras sutiles pero peligrosas: insomnio, pérdida de apetito, trastornos digestivos, dolores musculares, fatiga crónica, aumento de peso, caída del cabello… El cuerpo somatiza lo que el alma no puede decir en voz alta.

Psicológicamente, permanecer en un matrimonio infeliz puede generar ansiedad, depresión, sentimiento de vacío, baja autoestima, y una desconexión emocional profunda. Con el tiempo, se puede llegar a normalizar la infelicidad, anestesiando el deseo de cambio y generando una vida en “piloto automático”.

Financieramente, muchas mujeres no se atreven a dar el paso hacia una separación por temor a la inestabilidad económica. En algunos casos, han delegado el manejo del dinero a la pareja, lo que las coloca en una situación vulnerable. El miedo a “no poder solas” impide tomar decisiones que podrían llevarlas a una vida más plena.

Sexualmente, el deseo desaparece, se vuelve una obligación o incluso una fuente de angustia. La intimidad emocional se diluye y la desconexión se traslada inevitablemente al plano físico. Vivir con alguien con quien ya no se comparte ni el deseo ni la complicidad puede sentirse más solitario que estar sola.

Salir de un matrimonio que ya no funciona no es un fracaso. Es un acto de amor propio. Es reconocer que mereces algo más que sobrevivir: mereces vivir. Es mirar de frente una realidad incómoda, pero liberadora: que aferrarse a lo que duele no es valentía, es miedo.

Romper con una unión insatisfactoria implica también reconstruir una nueva narrativa: la de una mujer que se elige, que se escucha, que se reencuentra. Implica buscar ayuda, apoyo emocional, acompañamiento psicológico o legal, y entender que soltar también es una forma de sanar.

Es salud. Es respeto. Es transformación. Porque cuando te permites dejar de fingir, empiezas a florecer. Y aunque el proceso puede ser duro, vale infinitamente más que una vida a medias.

La verdadera unión que debes mantener, por sobre todas las cosas, es contigo misma.

El amor, dicen, todo lo puede. Pero ¿qué pasa cuando lo que sostenemos ya no es amor, sino miedo, rutina o presión social? La idea de mantener un matrimonio a toda costa es, para muchas personas —sobre todo mujeres—, una herencia emocional profundamente arraigada. Vivimos en una sociedad que premia la permanencia por encima del bienestar, y nos enseña que “fracasar” en el matrimonio es un reflejo directo de nuestro valor personal. Así, aun cuando la relación se ha tornado asfixiante, dolorosa o simplemente vacía, nos aferramos. ¿Por qué?

Desde la infancia, muchas mujeres han sido educadas con la idea de que el matrimonio es una meta, una forma de validación y un símbolo de realización personal. La boda soñada, el vestido blanco, el “vivieron felices para siempre” no solo son narrativas de cuentos de hadas: son expectativas culturales profundamente incrustadas. Abandonar un matrimonio, entonces, no es solo separarse de una pareja; es romper con todo lo que se creía debía ser.

A esto se suma la presión externa. “¿Y los hijos?” “¿Qué dirán tus padres?” “¿Vas a tirar tantos años a la basura?” La permanencia se vuelve un deber, y el deseo de salvar la relación —aunque ya no haya qué salvar— termina siendo un castigo autoimpuesto.

Pero, ¿qué mecanismos psicológicos llevan a una persona a mantenerse en una relación infeliz, incluso cuando ya es evidente que el vínculo está roto? “La negación es un buen ejemplo. No querer aceptar la realidad tal como es —incluso sabiendo que no se es feliz— refleja cómo el miedo puede dominar al yo y silenciar su verdad. La negación, en este caso, se convierte en un mecanismo de defensa poderoso”, resalta Pamela Urista, licenciada en psicología. “También es común observar la formación reactiva: el individuo actúa de forma contraria a lo que realmente siente. Por eso no es raro ver relaciones cuya dinámica se sostiene a través de la culpa. Sentir que ya no amamos a nuestra pareja, reconocerlo y, ante ello, experimentar culpa… lleva muchas veces a intentar compensar ese sentimiento a través de un exceso de cariño o mediante el mantenimiento de una apariencia idealizada.”

Hay muchas razones por las que se sigue viviendo este fenómeno. El miedo al cambio, la incertidumbre de empezar de nuevo, el sentimiento de culpa, el apego emocional, el temor al juicio social… Pero en el fondo, muchas veces lo que sostiene el vínculo es la idea de que “yo elegí esto, y debo sostenerlo hasta el final.” Esa creencia, aunque parezca noble, puede convertirse en una jaula.

A esto se suma una narrativa profundamente patriarcal: que las mujeres deben sacrificarse, ser comprensivas, sostener la relación pase lo que pase, cuidar del otro aunque eso signifique abandonarse a sí mismas.

Esto nos lleva a pensar cuáles son los efectos a largo plazo —emocionales y físicos— de sostener un matrimonio por presión social o miedo al cambio, en lugar de por amor o bienestar personal. ”​​No existe, como tal, una lista única de efectos a largo plazo, ya que el cuerpo y la mente de cada individuo se manifiestan de formas distintas. Hay personas que, incluso psicológicamente, logran bloquear esa insatisfacción mediante mecanismos de defensa y actúan de manera ‘normal’, sin dejar rastro aparente de frustración. Por otro lado, también existen conductas autodestructivas que pueden emplearse como medida de escape. Sea cual sea el caso, siempre habrá un impacto en la pareja y, si hay hijos, en la dinámica familiar”, resalta la egresada de la licenciatura en psicología de la Universidad Autónoma de la Laguna. “Aquí es fundamental resaltar la importancia de la salud mental y de acudir a terapia como una herramienta para resolver conflictos internos, tomar decisiones de manera asertiva y restaurar el bienestar individual y relacional”.

Decir adiós, no es fácil, y existen muchas repercusiones invisibles que nos atacan por fuera y dentro:

Físicamente, vivir en un estado constante de tensión o tristeza puede reflejarse en el cuerpo de maneras sutiles pero peligrosas: insomnio, pérdida de apetito, trastornos digestivos, dolores musculares, fatiga crónica, aumento de peso, caída del cabello… El cuerpo somatiza lo que el alma no puede decir en voz alta.

Psicológicamente, permanecer en un matrimonio infeliz puede generar ansiedad, depresión, sentimiento de vacío, baja autoestima, y una desconexión emocional profunda. Con el tiempo, se puede llegar a normalizar la infelicidad, anestesiando el deseo de cambio y generando una vida en “piloto automático”.

Financieramente, muchas mujeres no se atreven a dar el paso hacia una separación por temor a la inestabilidad económica. En algunos casos, han delegado el manejo del dinero a la pareja, lo que las coloca en una situación vulnerable. El miedo a “no poder solas” impide tomar decisiones que podrían llevarlas a una vida más plena.

Sexualmente, el deseo desaparece, se vuelve una obligación o incluso una fuente de angustia. La intimidad emocional se diluye y la desconexión se traslada inevitablemente al plano físico. Vivir con alguien con quien ya no se comparte ni el deseo ni la complicidad puede sentirse más solitario que estar sola.

Salir de un matrimonio que ya no funciona no es un fracaso. Es un acto de amor propio. Es reconocer que mereces algo más que sobrevivir: mereces vivir. Es mirar de frente una realidad incómoda, pero liberadora: que aferrarse a lo que duele no es valentía, es miedo.

Romper con una unión insatisfactoria implica también reconstruir una nueva narrativa: la de una mujer que se elige, que se escucha, que se reencuentra. Implica buscar ayuda, apoyo emocional, acompañamiento psicológico o legal, y entender que soltar también es una forma de sanar.

Es salud. Es respeto. Es transformación. Porque cuando te permites dejar de fingir, empiezas a florecer. Y aunque el proceso puede ser duro, vale infinitamente más que una vida a medias.

La verdadera unión que debes mantener, por sobre todas las cosas, es contigo misma.