Mayra Batalla es una de las actrices más complejas y versátiles de la cinematografía y el teatro mexicano. Con una carrera que comenzó en los escenarios y que la ha llevado a conquistar tanto la pantalla grande como la televisión, Mayra ha demostrado ser una intérprete capaz de asumir desafíos profundos y conmovedores, siempre fiel a su proceso de construcción de personajes. Su formación integral, que incluye especialización en performance vocal y teatro coreográfico, le ha permitido abordar cada rol con una profundidad física y emocional que pocos actores logran alcanzar.
A lo largo de su carrera, ha trabajado con algunos de los cineastas más destacados de la escena contemporánea, desde Tatiana Huezo en Noche de Fuego, por la que recibió el premio Ariel a Mejor Actriz, hasta Michel Garza Cervera en la aclamada Huesera. En cada uno de estos proyectos, su capacidad para fusionar técnica y emoción ha dejado una huella imborrable. En esta conversación, exploramos su carrera, sus procesos creativos, sus desafíos y las lecciones que ha aprendido en su camino hacia la cima. Mayra no solo es una actriz que domina el escenario y la cámara, sino una pensadora profunda sobre lo que significa ser mujer, madre y artista en el mundo actual.
Hoy, hablamos con ella sobre su carrera, sus personajes más icónicos y su enfoque para enfrentar los retos de la actuación, en una entrevista que revela tanto la profesional como la persona detrás de la intérprete.
Mayra, comenzaste tu carrera en el teatro. ¿Qué te atrajo inicialmente de esta forma de actuación en comparación con el cine y la televisión?
Recuerdo perfectamente esos momentos en la secundaria, sentada en el patio con toda la escuela, viendo los enredos de “Escapia”. Fue allí, en ese espacio colectivo, donde me cautivó la magia de los actores. Me fascinó cómo, estando frente a mí, podían transportarme a otro lugar, a otro tiempo, solo con su cuerpo y su voz. Esa capacidad de transformación, esa conexión instantánea, me pareció algo verdaderamente maravilloso. Y claro, lo que estaba a mi alcance eran los grupos de teatro y los talleres en la escuela. No había una escuela de cine o televisión cerca de donde vivía, así que el teatro fue lo que conocí primero. Desde el inicio, entendí que no era solo un juego de “actuar”. Mi maestro nos enseñaba que hacer teatro era una disciplina seria, un trabajo profundo que implicaba estudio, dedicación y un compromiso real. Y, aunque era muy joven, me pareció una manera divertidísima y a la vez exigente de pasar el tiempo.
Tu formación incluye una especialización en performance vocal y teatro coreográfico. ¿Cómo ha influido esa experiencia en tu estilo actoral?
Tras terminar mi licenciatura en actuación en la Casa del Teatro, tuve la oportunidad de ir a París a especializarme en técnica vocal y teatro corporal. Decidí hacerlo porque sentía que, como actriz, necesitaba seguir desarrollando mi potencial físico y vocal. Siempre he creído que la actuación es algo integral, que involucra todo el cuerpo, toda la voz, no solo lo que está arriba del cuello. El personaje debe ser construido con todo tu ser, no solo con la cabeza. En París, aprendí a trabajar con mi voz primaria, a entender mi corporalidad desde un lugar mucho más profundo. Esas enseñanzas continúan influyendo en cómo abordo mis personajes. Ahora pienso en ellos como seres completos, seres que hablan y se mueven de determinada forma porque vienen de ciertos lugares, porque tienen historias y contextos que los moldean. Todo eso se refleja en su voz, en su cuerpo, en su presencia.
Has trabajado en diversas producciones, desde cine hasta series de televisión. ¿Cuál consideras que ha sido el papel más desafiante de tu carrera hasta ahora?
Definitivamente, cada proyecto tiene su propio desafío, y esos desafíos dependen mucho del momento personal y profesional en el que te encuentres. Pero si tuviera que elegir, diría que Noche de Fuego fue uno de los más intensos. Requirió mucho de mí, tanto física como emocionalmente. A nivel personal, estaba atravesando un momento delicado: mi hija era muy pequeña y, al mismo tiempo, interpretaba a una madre que estaba profundamente conectada con otras niñas. El personaje demandaba una entrega total, y también implicaba estar lejos de mi hija durante mucho tiempo. A pesar de los sacrificios, Noche de Fuego sigue siendo un proyecto con el que tengo una conexión muy especial. Creo que esa fue una labor titánica, pero muy gratificante.
En Noche de Fuego, tu actuación fue reconocida con un Ariel. ¿Cómo te sentiste al ser parte de esta película?
Para mí, Noche de Fuego fue muy significativa, no solo porque fui parte de una historia tan potente, sino porque colaboré con Tatiana Huezo, una de las cineastas más importantes de nuestro cine. Ella tiene una mirada única, y fue un honor haber formado parte de su mundo. Ese personaje y esa historia me demostraron que podía enfrentar desafíos complejos, como los que se presentaban en la película. No solo me enfrentaba a un personaje complejo, sino también a un tema tan profundo como la violencia y la supervivencia en la montaña. El Ariel fue como la cereza del pastel, claro, pero para mí lo valioso fue poder ser parte de esa historia y trabajar con una directora tan visionaria. Ese reconocimiento, además, marcó mi entrada oficial al cine nacional. Fue como un “hola, aquí estoy”, como una señal de que tengo mucho por dar y muchas ganas de seguir trabajando.
La película Huesera ha ganado varios premios en festivales internacionales. ¿Qué crees que hace que esta historia resuene tanto con el público?
Creo que Huesera tiene algo muy especial, sobre todo por su autenticidad. Es un proyecto que, a pesar de contar con un presupuesto limitado, logró traspasar las barreras de lo convencional. La directora, Michel Garza Cervera, se atrevió a hacer preguntas incómodas, a cuestionar los mitos sobre la maternidad, la familia y la identidad femenina. Es una historia que explora la soledad, la alienación y la búsqueda de uno mismo, todo bajo un enfoque muy original que mezcla terror y punk. El personaje que interpreté, Octavia, habla sobre la sexualidad, el deseo y la necesidad de redefinir lo que significa ser mujer, de construir un espacio propio fuera de los estereotipos tradicionales. La gente se conectó con esos temas de manera profunda, porque Huesera no tiene miedo de tocar los tabúes de nuestra sociedad. Y, además, el terror y lo macabro le dan un enfoque tan fresco que hace que la historia sea aún más poderosa.
¿Cómo abordas la construcción de tus personajes, especialmente en roles complejos como los que has interpretado en Noche de Fuego y Huesera?
Cada personaje es un mundo. A veces lo que piden es tan específico que te empuja a un lugar completamente diferente, pero siempre intento ir al fondo de lo que soy. Mi enfoque comienza con el contexto, entendiendo el lugar y la época en la que vive el personaje. Pero no me quedo ahí, trato de profundizar en lo que los rodea: su contexto emocional, lo que les falta, lo que los mueve, lo que los define. Somos el resultado de lo que no tenemos tanto como lo que poseemos. En personajes como el de Noche de Fuego y Huesera, por ejemplo, la geografía, el contexto familiar y social, influyen profundamente en cómo se expresan. Me gusta imaginar cómo esas mujeres viven, cómo piensan y cómo sus deseos y frustraciones se relacionan con su entorno. No trato de ponerles mi perspectiva del 2024, sino de construirlas desde adentro, desde su lugar, su historia y su tiempo. Me obsesiono con la investigación, con entender los detalles más pequeños, desde leer sobre el lugar en que viven hasta ver videos y documentales que me permitan conectar con la esencia de esos personajes.
¿Qué puedes contarnos sobre tu próximo estreno de Pedro Páramo? ¿Qué expectativas tienes para este proyecto?
Pedro Páramo es, sin duda, un proyecto monumental. Primero, por ser una adaptación de la novela de Juan Rulfo, que es un clásico de la literatura mexicana y universal. Después, por tener la oportunidad de trabajar con un director de la talla de Rodrigo Prieto, cuya trayectoria es impresionante. Mis expectativas son sencillas: espero que la gente se sienta tan conmovida por la película como yo lo fui al ser parte de ella. Mi deseo es que, a través de esta adaptación, el público se acerque a la obra de Rulfo, que es tan relevante en nuestra cultura. La novela sigue siendo una obra profundamente simbólica, y adaptar ese universo a la pantalla es un reto enorme, pero también un honor. Ojalá que la película despierte la curiosidad de quienes aún no conocen el libro, y que, de alguna manera, los motive a leerlo.
A lo largo de tu carrera, has colaborado con diferentes directores y equipos creativos. ¿Qué cualidades valoras más en un director al trabajar en un proyecto?
Lo que más valoro en un director es la disposición para colaborar, esa capacidad de invitarte a jugar, de generar un espacio en el que todos los miembros del equipo creativo podamos aportar. Valoro mucho que un director tenga la humildad de escuchar a su equipo y que esté dispuesto a experimentar. El trabajo de un actor no es solitario; es el resultado de un equipo. Así que, si hay una comunicación abierta y un director que sepa escuchar, ese es el tipo de entorno creativo en el que quiero estar.
¿Cómo manejas la presión y las expectativas que vienen con el reconocimiento en la industria del cine y la televisión?
La presión, en realidad, me la pongo yo misma. Siempre siento que puedo hacer más, que puedo profundizar más en mis personajes. La verdadera presión es la que siento dentro de mí, la que me lleva a dar lo mejor de mí en cada proyecto. En cuanto a las expectativas externas, he aprendido a entender que no están en mis manos. Mi trabajo es hacer lo mejor que pueda, pero el resultado depende de muchos factores. Claro que es hermoso recibir el reconocimiento de la industria, pero lo que realmente me importa es que me sigan invitando a contar historias. El verdadero regalo es estar en el set, creando, trabajando con otros artistas. Lo demás es, en cierto sentido, secundario.
Finalmente, ¿qué consejo le darías a los jóvenes actores que están comenzando su carrera en la actuación, basándote en tu propia experiencia?
Les diría que no duden de su potencial. Vayan con todo, coman el mundo, pero sin perder de vista lo que verdaderamente los motiva. La industria puede ser difícil, y habrá muchas personas que intentarán hacerte dudar de ti, pero lo más importante es que tú
Mayra Batalla es una de las actrices más complejas y versátiles de la cinematografía y el teatro mexicano. Con una carrera que comenzó en los escenarios y que la ha llevado a conquistar tanto la pantalla grande como la televisión, Mayra ha demostrado ser una intérprete capaz de asumir desafíos profundos y conmovedores, siempre fiel a su proceso de construcción de personajes. Su formación integral, que incluye especialización en performance vocal y teatro coreográfico, le ha permitido abordar cada rol con una profundidad física y emocional que pocos actores logran alcanzar.
A lo largo de su carrera, ha trabajado con algunos de los cineastas más destacados de la escena contemporánea, desde Tatiana Huezo en Noche de Fuego, por la que recibió el premio Ariel a Mejor Actriz, hasta Michel Garza Cervera en la aclamada Huesera. En cada uno de estos proyectos, su capacidad para fusionar técnica y emoción ha dejado una huella imborrable. En esta conversación, exploramos su carrera, sus procesos creativos, sus desafíos y las lecciones que ha aprendido en su camino hacia la cima. Mayra no solo es una actriz que domina el escenario y la cámara, sino una pensadora profunda sobre lo que significa ser mujer, madre y artista en el mundo actual.
Hoy, hablamos con ella sobre su carrera, sus personajes más icónicos y su enfoque para enfrentar los retos de la actuación, en una entrevista que revela tanto la profesional como la persona detrás de la intérprete.
Mayra, comenzaste tu carrera en el teatro. ¿Qué te atrajo inicialmente de esta forma de actuación en comparación con el cine y la televisión?
Recuerdo perfectamente esos momentos en la secundaria, sentada en el patio con toda la escuela, viendo los enredos de “Escapia”. Fue allí, en ese espacio colectivo, donde me cautivó la magia de los actores. Me fascinó cómo, estando frente a mí, podían transportarme a otro lugar, a otro tiempo, solo con su cuerpo y su voz. Esa capacidad de transformación, esa conexión instantánea, me pareció algo verdaderamente maravilloso. Y claro, lo que estaba a mi alcance eran los grupos de teatro y los talleres en la escuela. No había una escuela de cine o televisión cerca de donde vivía, así que el teatro fue lo que conocí primero. Desde el inicio, entendí que no era solo un juego de “actuar”. Mi maestro nos enseñaba que hacer teatro era una disciplina seria, un trabajo profundo que implicaba estudio, dedicación y un compromiso real. Y, aunque era muy joven, me pareció una manera divertidísima y a la vez exigente de pasar el tiempo.
Tu formación incluye una especialización en performance vocal y teatro coreográfico. ¿Cómo ha influido esa experiencia en tu estilo actoral?
Tras terminar mi licenciatura en actuación en la Casa del Teatro, tuve la oportunidad de ir a París a especializarme en técnica vocal y teatro corporal. Decidí hacerlo porque sentía que, como actriz, necesitaba seguir desarrollando mi potencial físico y vocal. Siempre he creído que la actuación es algo integral, que involucra todo el cuerpo, toda la voz, no solo lo que está arriba del cuello. El personaje debe ser construido con todo tu ser, no solo con la cabeza. En París, aprendí a trabajar con mi voz primaria, a entender mi corporalidad desde un lugar mucho más profundo. Esas enseñanzas continúan influyendo en cómo abordo mis personajes. Ahora pienso en ellos como seres completos, seres que hablan y se mueven de determinada forma porque vienen de ciertos lugares, porque tienen historias y contextos que los moldean. Todo eso se refleja en su voz, en su cuerpo, en su presencia.
Has trabajado en diversas producciones, desde cine hasta series de televisión. ¿Cuál consideras que ha sido el papel más desafiante de tu carrera hasta ahora?
Definitivamente, cada proyecto tiene su propio desafío, y esos desafíos dependen mucho del momento personal y profesional en el que te encuentres. Pero si tuviera que elegir, diría que Noche de Fuego fue uno de los más intensos. Requirió mucho de mí, tanto física como emocionalmente. A nivel personal, estaba atravesando un momento delicado: mi hija era muy pequeña y, al mismo tiempo, interpretaba a una madre que estaba profundamente conectada con otras niñas. El personaje demandaba una entrega total, y también implicaba estar lejos de mi hija durante mucho tiempo. A pesar de los sacrificios, Noche de Fuego sigue siendo un proyecto con el que tengo una conexión muy especial. Creo que esa fue una labor titánica, pero muy gratificante.
En Noche de Fuego, tu actuación fue reconocida con un Ariel. ¿Cómo te sentiste al ser parte de esta película?
Para mí, Noche de Fuego fue muy significativa, no solo porque fui parte de una historia tan potente, sino porque colaboré con Tatiana Huezo, una de las cineastas más importantes de nuestro cine. Ella tiene una mirada única, y fue un honor haber formado parte de su mundo. Ese personaje y esa historia me demostraron que podía enfrentar desafíos complejos, como los que se presentaban en la película. No solo me enfrentaba a un personaje complejo, sino también a un tema tan profundo como la violencia y la supervivencia en la montaña. El Ariel fue como la cereza del pastel, claro, pero para mí lo valioso fue poder ser parte de esa historia y trabajar con una directora tan visionaria. Ese reconocimiento, además, marcó mi entrada oficial al cine nacional. Fue como un “hola, aquí estoy”, como una señal de que tengo mucho por dar y muchas ganas de seguir trabajando.
La película Huesera ha ganado varios premios en festivales internacionales. ¿Qué crees que hace que esta historia resuene tanto con el público?
Creo que Huesera tiene algo muy especial, sobre todo por su autenticidad. Es un proyecto que, a pesar de contar con un presupuesto limitado, logró traspasar las barreras de lo convencional. La directora, Michel Garza Cervera, se atrevió a hacer preguntas incómodas, a cuestionar los mitos sobre la maternidad, la familia y la identidad femenina. Es una historia que explora la soledad, la alienación y la búsqueda de uno mismo, todo bajo un enfoque muy original que mezcla terror y punk. El personaje que interpreté, Octavia, habla sobre la sexualidad, el deseo y la necesidad de redefinir lo que significa ser mujer, de construir un espacio propio fuera de los estereotipos tradicionales. La gente se conectó con esos temas de manera profunda, porque Huesera no tiene miedo de tocar los tabúes de nuestra sociedad. Y, además, el terror y lo macabro le dan un enfoque tan fresco que hace que la historia sea aún más poderosa.
¿Cómo abordas la construcción de tus personajes, especialmente en roles complejos como los que has interpretado en Noche de Fuego y Huesera?
Cada personaje es un mundo. A veces lo que piden es tan específico que te empuja a un lugar completamente diferente, pero siempre intento ir al fondo de lo que soy. Mi enfoque comienza con el contexto, entendiendo el lugar y la época en la que vive el personaje. Pero no me quedo ahí, trato de profundizar en lo que los rodea: su contexto emocional, lo que les falta, lo que los mueve, lo que los define. Somos el resultado de lo que no tenemos tanto como lo que poseemos. En personajes como el de Noche de Fuego y Huesera, por ejemplo, la geografía, el contexto familiar y social, influyen profundamente en cómo se expresan. Me gusta imaginar cómo esas mujeres viven, cómo piensan y cómo sus deseos y frustraciones se relacionan con su entorno. No trato de ponerles mi perspectiva del 2024, sino de construirlas desde adentro, desde su lugar, su historia y su tiempo. Me obsesiono con la investigación, con entender los detalles más pequeños, desde leer sobre el lugar en que viven hasta ver videos y documentales que me permitan conectar con la esencia de esos personajes.
¿Qué puedes contarnos sobre tu próximo estreno de Pedro Páramo? ¿Qué expectativas tienes para este proyecto?
Pedro Páramo es, sin duda, un proyecto monumental. Primero, por ser una adaptación de la novela de Juan Rulfo, que es un clásico de la literatura mexicana y universal. Después, por tener la oportunidad de trabajar con un director de la talla de Rodrigo Prieto, cuya trayectoria es impresionante. Mis expectativas son sencillas: espero que la gente se sienta tan conmovida por la película como yo lo fui al ser parte de ella. Mi deseo es que, a través de esta adaptación, el público se acerque a la obra de Rulfo, que es tan relevante en nuestra cultura. La novela sigue siendo una obra profundamente simbólica, y adaptar ese universo a la pantalla es un reto enorme, pero también un honor. Ojalá que la película despierte la curiosidad de quienes aún no conocen el libro, y que, de alguna manera, los motive a leerlo.
A lo largo de tu carrera, has colaborado con diferentes directores y equipos creativos. ¿Qué cualidades valoras más en un director al trabajar en un proyecto?
Lo que más valoro en un director es la disposición para colaborar, esa capacidad de invitarte a jugar, de generar un espacio en el que todos los miembros del equipo creativo podamos aportar. Valoro mucho que un director tenga la humildad de escuchar a su equipo y que esté dispuesto a experimentar. El trabajo de un actor no es solitario; es el resultado de un equipo. Así que, si hay una comunicación abierta y un director que sepa escuchar, ese es el tipo de entorno creativo en el que quiero estar.
¿Cómo manejas la presión y las expectativas que vienen con el reconocimiento en la industria del cine y la televisión?
La presión, en realidad, me la pongo yo misma. Siempre siento que puedo hacer más, que puedo profundizar más en mis personajes. La verdadera presión es la que siento dentro de mí, la que me lleva a dar lo mejor de mí en cada proyecto. En cuanto a las expectativas externas, he aprendido a entender que no están en mis manos. Mi trabajo es hacer lo mejor que pueda, pero el resultado depende de muchos factores. Claro que es hermoso recibir el reconocimiento de la industria, pero lo que realmente me importa es que me sigan invitando a contar historias. El verdadero regalo es estar en el set, creando, trabajando con otros artistas. Lo demás es, en cierto sentido, secundario.
Finalmente, ¿qué consejo le darías a los jóvenes actores que están comenzando su carrera en la actuación, basándote en tu propia experiencia?
Les diría que no duden de su potencial. Vayan con todo, coman el mundo, pero sin perder de vista lo que verdaderamente los motiva. La industria puede ser difícil, y habrá muchas personas que intentarán hacerte dudar de ti, pero lo más importante es que tú