Inconforme hasta la médula e inquieta hasta la locura, la actriz tapatía Paola Fernández, nos revela cómo ser el “bicho raro” de la escena es una bendición de doble filo al poder actuar como rapsoda del quebranto y agente del cambio (en simultáneo).
…
People are strange
When you’re a stranger
Faces look ugly
When you’re alone
Women seem wicked
When you’re unwanted
Streets are uneven
When you’re down
…
People are Strange/ The Doors
Todos los días, sin excepción alguna, somos testigos de hechos e historias que nos estremecen por lo que implican. Desde normalizar prácticas de poder abusivas, hasta experimentar en carne propia el rigor de instrumentos de tortura invisibles, como son las tradiciones y costumbres expuestos en el trabajo, la educación y la cultura. Este entramado silencioso se nutre de la polarización política, la falta de oportunidades y, por supuesto, los estereotipos regulares en el entretenimiento. Visto así, lo fácil sería ajustarse al molde, actuando en conformidad con el statu quo. Pero, ¿quién quiere ser un dígito más sobre la pantalla o un completo anodino del cual nadie recuerde su nombre?.
Precisamente hastiada de cómo se conduce la gente en sociedad, la intérprete y activista por los derechos humanos Paola Fernández renunció a ser lo que se esperaba de ella: una niña bien de su casa con un empleo regular y esposa de un buen proveedor, con el cual asiste a misa en mediodía a la Basílica de Zapopan mientras los niños reposan plácidamente sobre la carriola. Una ensoñación que para muchos es algo completamente acariciable, mientras que para la intérprete de Máscara contra caballero resulta algo totalmente pesadillesco. No porque lo mencionado sea displicente, sino porque es un destino imperativo.
“No me identifico con los valores o expectativas impuestos por las cúpulas, esas mismas que desacreditan otros estilos y formas de ver la vida, porque desestabiliza su sistema de creencias. No todos aspiramos a ser lo mismo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que hagamos por adaptarnos, algunos son más iguales que otros y esos otros valen más que el resto”, señala la actriz de mediana edad, quien a los 18 años partió de México con destino a Inglaterra, lugar que la transformó para siempre al descubrir que el presente está constituido por “pequeños ahoras”, tal y como sugiere la autora británica Jane Austen, en su obra Mansfield Park. Allí, tanto el personaje ficticio Fanny Price como Paola Fernández se dan cuenta de que la única forma de salir indemne de la superestructura social es por medio del trabajo y el estudio.
“Cuando dejé Guadalajara yo estaba muy adoctrinada. Las mujeres de mi familia fuimos enseñadas a servir a los hombres, a guardar silencio o comentar únicamente trivialidades. Expresar inconformidad sobre cualquier otra cosa en el hogar o, en general, sobre el orden establecido –como son el crimen organizado o la incompetencia total del gobierno local para atender asuntos de seguridad– no era bien visto. Lo ideal era ser reservada o abordar temas de la farándula, porque en apariencia no tienen repercusiones. ¡Cuán equivocados estaban!”, asevera la intérprete de la serie La Doña, quien expresa que Televisa –al igual que otras cadenas de entretenimiento– es una de la responsables de crear y propagar contenido que margina e invisibiliza a más de la mitad de la población por su condición física o estrato social, coincidiendo con el sociólogo de la comunicación Marshall McLuhan sobre cómo (in)voluntariamente los medios sí educan a las masas, para bien o para mal.
“Es muy ingenuo creer que las series y novelas que vemos no inciden en nuestra percepción o escala de valores. Revisa la televisión de los 90, observa quién es la patrona y quién es la sirvienta. La cuota de morenos, asiáticos o negros era bajísima, por no decir nula. En suma, los medios no representaban en absoluto a los millones de personas que no tenemos tez y ojos claros. Pareciera que la única forma de ser relevante en una de estas producciones es siendo poseedor de una belleza exótica irreprochable, o bien fungiendo como un personaje segundón”, apostola la irónicamente atractiva actriz, que por mucho tiempo ignoró sus cualidades por encima de sus “defectos” al no lucir como Belinda o Melissa Joan Hart en Amigos por siempre y Sabrina la bruja adolescente, respectivamente, encendiendo su deseo de ser voz de los que no tienen lugar por su origen u apariencia.
Todos merecemos ser protagonistas
“Cuando viví en Londres, una de las características que atrapó mi atención fue la pluralidad existente tanto en los barrios como en los medios de comunicación. Si bien la pobreza y riqueza conviven como en cualquier otro lado, la gente no esconde sus raíces o formas de pensar. Más bien, su sentido del humor áspero y negro les permite ser lo suficientemente agudos para señalar problemáticas que atañen a todos”, rememora Fernández. A raíz de ello nació su deseo de ser una histriona pese a lo obtuso que pudiera ser el panorama cultural en el mundo.
De hecho, durante mucho tiempo en México personajes con discapacidad o miembros de la comunidad LGBT+ fueron retratados únicamente desde dos aristas: de manera trágica o humorística. Sucede en la novela María la del barrio o la serie Diseñador ambos sexos, donde la figura del discapacitado trasciende de manera negativa por ser víctima de la antagonista Soraya Montenegro (Itatí Cantoral), quien inmortalizó de manera despectiva la siguiente línea: “Maldita lisiada”, luego de que su amado Nandito (Osvaldo Benavides) prefiriera sobre ella la compañía de una joven en silla de ruedas. O bien caricaturizando a los homosexuales y bisexuales sobre su “amaneramiento” para salirse con la suya en tales o cuales condiciones.
“Todos merecemos ser protagonistas, no veo por qué a un sector de la población se le trata con dignidad mientras que al resto con mofa y desprecio. Esa es otra forma de perpetuar los estigmas en beneficio de unos cuantos. Cuando observas eso a temprana edad, interiorizas que no hay escapatoria, aceptando menos cuando no debe ser así”, enarbola la también miembro de la Fundación Carità A. C., liderada por la conferencista e intelectual Ferny Ruiz para el progreso de personas con capacidades diferentes.
“Recuerdo una serie de la BBC 3 llamada Fleabag, donde en cada capítulo alternaban estelares. Lo más fantástico era que cada rol aportaba peso dramático a la historia central, no como en las novelas mexicanas donde se delimita quién es el héroe y quién es el chalán. Allá todos los personajes están excelentemente tallereados por dos motivos: la audiencia puede exigir que se cancele la producción si esta fomenta roles discriminatorios y, finalmente, los implicados pueden recibir penalizaciones económicas si se agravia algún sector de la población con saña”, puntualiza Fernandez. Actualmente es parte del exitoso elenco Ojitos de huevo, donde Alexis Arroyo, joven invidente, narra su historia para convertirse en comediante de la mano de su mánager y mejor amigo, Charly, un hombre con parálisis cerebral. Se convirtió en una de las producciones más inspiradoras y desafiantes de Netflix, por captar de manera esperanzadora –y sin gota de lástima– una vida plena con discapacidad.
Es un privilegio ser diferente
“Si alguna vez has experimentado lo doloroso que es pensar o sentir distinto a los demás, sabrás que no es un camino precisamente fácil o dócil, pero cuando dejas de querer encajar, comienzas a fluir verdaderamente. Cuando optas por ser compasiva con tu persona y decisiones, el rumbo de tu vida se muestra más alentador”, sostiene Fernández. Además de ser un ser humano extraordinario por dentro y por fuera goza de una capacidad reflexiva, para ahondar en lugares poco visitados como la danza y la música.
Y es que una de las facetas poco conocidas de la amante de la escena Techno es su apasionamiento por viajar a lugares remotos en búsqueda de sonidos que alimenten su espíritu. “La mayoría de mis travesías han sido determinadas por festivales. Me encanta gastar mi dinero en cosas que me energizan: una buena obra de teatro, un concierto de un artista ultraclavado, comprar piezas raras que me producen un goce estético… Esa clase de cosas me elevan, más que coleccionar bolsas de marca o coches de lujo. Para mí, lo ostentoso es ruido, son escudos de personas vacías que proyectan la atención hacía otra parte, para que no observes sus carencias reales”, expresa Paola, quien no teme ir a lugares como Vietnam de mochilera en pos de la aventura.
En ese sentido, Fernández es una vitalista consumada: escoge siempre calidad sobre cantidad en cada aspecto de su existencia y rechaza papeles o lineamientos acartonados en búsqueda de una realidad más jugosa, tal y como espetó alguna vez el premio Nobel de literatura, el escritor francés André Gide: “Seremos viejos cuando dejemos de indignarnos”.
Por ello, la también representante de influencers con causa, se aventuró a dar un paso más al exponer, a través del programa Música accesible, cómo los espacios públicos no están dotados con medidas de acogimiento para personas con capacidades distintas. No se trata de que haya rampas o elevadores (que son importantes, más no medidas suficientes), sino precios preferentes e instalaciones con amenidades para que todos los asistentes –sin importar su condición– puedan disfrutar al máximo de los eventos.
“En mi experiencia, puedo decir que tanto los festivales consolidados como los pequeños con pocas emisiones adolecen de lo mismo: les falta reimaginar el espacio, la proporción de las butacas, estacionamiento, etcétera. Condiciones que permitan al espectador disfrutar de las artes sin detenerse a pensar que si no tuvieran tal o cual condición podrían vivir la experiencia totalmente”, añade Fernández. A raíz de haberse criado junto a su hermana Ximena, una joven diagnosticada con Hipomelanosis de Ito (enfermedad asociada con problemas oculares, del sistema nervioso y esqueléticos), adquirió mayor conciencia sobre las necesidades de los pacientes a la par de los familiares que los acompañan a diversas instalaciones en múltiples espacios públicos.
La páprika de la vida
Así como existen colores, sabores y olores en el mundo de la gastronomía, sucede exactamente igual con las personas. Ellas son las especias que hacen más llevadera la existencia, por lo que cuestionarse a menudo qué ingrediente somos en el festín de la vida es una buena forma de saber si estamos aportando sazón a la mesa o no. Paola Fernández diserta frecuentemente con ella misma –y con su terapeuta– el sabor que desea impregnar en sus relaciones laborales, personales y sentimentales.
“Cuando veo hacia atrás y reflexiono lo mucho que he avanzado en mis búsquedas individuales tras dejar de compararme con otros o desear encajar, me volví más compasiva conmigo misma e incluso mi mejor amiga. Antes pensaba que yo era la prima problemática o el bicho raro de la casa, por llevar a la mesa temas de conversación difíciles de procesar. Pero hoy puedo decir que actuar de dicha manera permitió que las nuevas generaciones en mi familia puedan ser más libres en su obrar”, revela Fernández. A pesar de ser una figura pública muy querida dentro y fuera de redes sociales, su estilo de comunicación es franco sin caer en la charcutería sentimental o narcisista, como abunda en internet, donde millares de celebridades e influencers solo enseñan sus últimas adquisiciones o rutinas de skincare, mas nunca proactividad o abanderamiento sin fines de lucro, cualquiera que estos sean.
“Necesitamos tomar partido en la facción que se desee, pero simplemente no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Este mundo se está yendo al carajo por hacernos de la vista gorda. Tenemos que hablar de lo que nos duele para superarlo en colectivo; no puede ser posible que en la actualidad estemos viviendo cinco genocidios simultáneamente –en Azerbayán, Sudán, Palestina, Etiopía y República Democrática del Congo– y lo ignoremos por completo, por desconocimiento o indiferencia. Creéme que nadie necesita saber si Taylor Swift tomó un jet para ver a su novio en Australia. En cambio, estar informados de manera empática nos permite actuar en mayor o menor escala a favor de los demás”, declara enérgicamente Fernández, a quien le encantaría ser portavoz de Amnistía Internacional o colaborar con ONU MUJERES, para apoyar desde su trinchera aquellos grupos desfavorecidos.
Y por lo anterior no quiere decir que la actriz sea una disidente empedernida, sino que sobre su piel carga consigo una perceptibilidad inmensa de humanidad que debería estar presente en cada uno de nosotros. La tibieza e indiferencia poco o nada aportan a la sociedad. “La lucha es permanente, porque somos perfectibles, estamos llamados a hacer cosas grandes no a consumirnos en un sillón tras una pantalla azul”, finaliza la joven rebelde. En su alma no guarda ni un ápice de mediocridad y sí, en cambio, de genialidad.
★ Confabulario de Paola ★
¿Te consideras una persona con fuerte llamado cívico?
Decía Aristóteles: “Somos animales políticos”. Si tenemos el uso de la razón a la mano y no la empleamos para progresar es condenable el lugar que ocupamos entre las bestias.
¿Qué problema nacional atacarías si tuvieras oportunidad de resolverlo?
La gentrificación, sin lugar a duda. Es irreal que los pobladores originarios de entidades y municipios sean expulsados de sus propias tierras por la inflación o la burbuja inmobiliaria. Encarecer la vivienda y servicios básicos son algunos de los candados para impedir generar y amasar riqueza de parte de las autoridades a sus pobladores.
¿Cómo describirías a tu familia?
De pequeña solía romantizar sobre cómo debían ser los núcleos familiares, por la forma en la que estos eran representados en los medios, creyendo que la mía era la única disfuncional, hasta que me di cuenta de que la mayoría de los hogares son así. Hoy por hoy me enorgullece decir que mi familia es muy resiliente; hemos pasado por muchísimas adversidades, como le sucede a la mayoría de las familias mexicanas. Somos muy unidos y amorosos, por encima de las discrepancias que pudieran existir.
¿Cómo te administras cuando no hay llamados en puerta?
Creo que un gran consejo sería evitar gastar imitando a los ricos porque conseguiste un proyecto grande. De eso no se sigue que la tendencia será la misma. Inviertan en una casa, planifiquen un segundo negocio que les dé ingresos cuando las audiciones escasean. Lo comento porque al comienzo de mi carrera me sucedió, fui pésima administrándome y llegaba arañando al fin de mes.
En tu experiencia, ¿tener un buen agente marcó la diferencia en tu carrera?
Mi portafolio se construyó gracias a ellos. La verdad es que es básico tener un representante que confíe y luche por ti ante productores, directores y medios.
¿Qué porcentaje se destina económicamente a un mánager?
Todos cobran igual. No es ningún secreto a voces, se les asigna el 20 % de tu ingreso. Se lo merecen totalmente, ellos realizan un gran esfuerzo por empujarte profesionalmente.
¿Cómo sería tu relación ideal a la hora de conocer gente de todo tipo?
Tengo una debilidad por las personas que se involucran en causas o actividades de manera profunda predicando con el ejemplo.
¿Qué haces cuándo nadie te ve?
Me encanta estar sola, pero es peligroso porque se torna adictivo. Hay ocasiones que “salgo de fiesta” en mi propia casa, armo un espacio acogedor, donde escucho música y bailo con la luz apagada frente al espejo. O bien me tumbo en el diván mientras enciendo un cigarrillo delicioso con la mayor tranquilidad del mundo.
Estrella PAOLA FERNÁNDEZ ★ Fotografías DIEGO ZUBIETA Peinado y maquillaje YANEL ROGO ★ Texto CAROLINA M. PAYÁN ★ Correccióndeestilo JOSÉ ANTONIO BLASCO C. Estilismo MICHEL MEDINA MARTÍNEZ
Inconforme hasta la médula e inquieta hasta la locura, la actriz tapatía Paola Fernández, nos revela cómo ser el “bicho raro” de la escena es una bendición de doble filo al poder actuar como rapsoda del quebranto y agente del cambio (en simultáneo).
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People are strange
When you’re a stranger
Faces look ugly
When you’re alone
Women seem wicked
When you’re unwanted
Streets are uneven
When you’re down
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People are Strange/ The Doors
Todos los días, sin excepción alguna, somos testigos de hechos e historias que nos estremecen por lo que implican. Desde normalizar prácticas de poder abusivas, hasta experimentar en carne propia el rigor de instrumentos de tortura invisibles, como son las tradiciones y costumbres expuestos en el trabajo, la educación y la cultura. Este entramado silencioso se nutre de la polarización política, la falta de oportunidades y, por supuesto, los estereotipos regulares en el entretenimiento. Visto así, lo fácil sería ajustarse al molde, actuando en conformidad con el statu quo. Pero, ¿quién quiere ser un dígito más sobre la pantalla o un completo anodino del cual nadie recuerde su nombre?.
Precisamente hastiada de cómo se conduce la gente en sociedad, la intérprete y activista por los derechos humanos Paola Fernández renunció a ser lo que se esperaba de ella: una niña bien de su casa con un empleo regular y esposa de un buen proveedor, con el cual asiste a misa en mediodía a la Basílica de Zapopan mientras los niños reposan plácidamente sobre la carriola. Una ensoñación que para muchos es algo completamente acariciable, mientras que para la intérprete de Máscara contra caballero resulta algo totalmente pesadillesco. No porque lo mencionado sea displicente, sino porque es un destino imperativo.
“No me identifico con los valores o expectativas impuestos por las cúpulas, esas mismas que desacreditan otros estilos y formas de ver la vida, porque desestabiliza su sistema de creencias. No todos aspiramos a ser lo mismo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que hagamos por adaptarnos, algunos son más iguales que otros y esos otros valen más que el resto”, señala la actriz de mediana edad, quien a los 18 años partió de México con destino a Inglaterra, lugar que la transformó para siempre al descubrir que el presente está constituido por “pequeños ahoras”, tal y como sugiere la autora británica Jane Austen, en su obra Mansfield Park. Allí, tanto el personaje ficticio Fanny Price como Paola Fernández se dan cuenta de que la única forma de salir indemne de la superestructura social es por medio del trabajo y el estudio.
“Cuando dejé Guadalajara yo estaba muy adoctrinada. Las mujeres de mi familia fuimos enseñadas a servir a los hombres, a guardar silencio o comentar únicamente trivialidades. Expresar inconformidad sobre cualquier otra cosa en el hogar o, en general, sobre el orden establecido –como son el crimen organizado o la incompetencia total del gobierno local para atender asuntos de seguridad– no era bien visto. Lo ideal era ser reservada o abordar temas de la farándula, porque en apariencia no tienen repercusiones. ¡Cuán equivocados estaban!”, asevera la intérprete de la serie La Doña, quien expresa que Televisa –al igual que otras cadenas de entretenimiento– es una de la responsables de crear y propagar contenido que margina e invisibiliza a más de la mitad de la población por su condición física o estrato social, coincidiendo con el sociólogo de la comunicación Marshall McLuhan sobre cómo (in)voluntariamente los medios sí educan a las masas, para bien o para mal.
“Es muy ingenuo creer que las series y novelas que vemos no inciden en nuestra percepción o escala de valores. Revisa la televisión de los 90, observa quién es la patrona y quién es la sirvienta. La cuota de morenos, asiáticos o negros era bajísima, por no decir nula. En suma, los medios no representaban en absoluto a los millones de personas que no tenemos tez y ojos claros. Pareciera que la única forma de ser relevante en una de estas producciones es siendo poseedor de una belleza exótica irreprochable, o bien fungiendo como un personaje segundón”, apostola la irónicamente atractiva actriz, que por mucho tiempo ignoró sus cualidades por encima de sus “defectos” al no lucir como Belinda o Melissa Joan Hart en Amigos por siempre y Sabrina la bruja adolescente, respectivamente, encendiendo su deseo de ser voz de los que no tienen lugar por su origen u apariencia.
Todos merecemos ser protagonistas
“Cuando viví en Londres, una de las características que atrapó mi atención fue la pluralidad existente tanto en los barrios como en los medios de comunicación. Si bien la pobreza y riqueza conviven como en cualquier otro lado, la gente no esconde sus raíces o formas de pensar. Más bien, su sentido del humor áspero y negro les permite ser lo suficientemente agudos para señalar problemáticas que atañen a todos”, rememora Fernández. A raíz de ello nació su deseo de ser una histriona pese a lo obtuso que pudiera ser el panorama cultural en el mundo.
De hecho, durante mucho tiempo en México personajes con discapacidad o miembros de la comunidad LGBT+ fueron retratados únicamente desde dos aristas: de manera trágica o humorística. Sucede en la novela María la del barrio o la serie Diseñador ambos sexos, donde la figura del discapacitado trasciende de manera negativa por ser víctima de la antagonista Soraya Montenegro (Itatí Cantoral), quien inmortalizó de manera despectiva la siguiente línea: “Maldita lisiada”, luego de que su amado Nandito (Osvaldo Benavides) prefiriera sobre ella la compañía de una joven en silla de ruedas. O bien caricaturizando a los homosexuales y bisexuales sobre su “amaneramiento” para salirse con la suya en tales o cuales condiciones.
“Todos merecemos ser protagonistas, no veo por qué a un sector de la población se le trata con dignidad mientras que al resto con mofa y desprecio. Esa es otra forma de perpetuar los estigmas en beneficio de unos cuantos. Cuando observas eso a temprana edad, interiorizas que no hay escapatoria, aceptando menos cuando no debe ser así”, enarbola la también miembro de la Fundación Carità A. C., liderada por la conferencista e intelectual Ferny Ruiz para el progreso de personas con capacidades diferentes.
“Recuerdo una serie de la BBC 3 llamada Fleabag, donde en cada capítulo alternaban estelares. Lo más fantástico era que cada rol aportaba peso dramático a la historia central, no como en las novelas mexicanas donde se delimita quién es el héroe y quién es el chalán. Allá todos los personajes están excelentemente tallereados por dos motivos: la audiencia puede exigir que se cancele la producción si esta fomenta roles discriminatorios y, finalmente, los implicados pueden recibir penalizaciones económicas si se agravia algún sector de la población con saña”, puntualiza Fernandez. Actualmente es parte del exitoso elenco Ojitos de huevo, donde Alexis Arroyo, joven invidente, narra su historia para convertirse en comediante de la mano de su mánager y mejor amigo, Charly, un hombre con parálisis cerebral. Se convirtió en una de las producciones más inspiradoras y desafiantes de Netflix, por captar de manera esperanzadora –y sin gota de lástima– una vida plena con discapacidad.
Es un privilegio ser diferente
“Si alguna vez has experimentado lo doloroso que es pensar o sentir distinto a los demás, sabrás que no es un camino precisamente fácil o dócil, pero cuando dejas de querer encajar, comienzas a fluir verdaderamente. Cuando optas por ser compasiva con tu persona y decisiones, el rumbo de tu vida se muestra más alentador”, sostiene Fernández. Además de ser un ser humano extraordinario por dentro y por fuera goza de una capacidad reflexiva, para ahondar en lugares poco visitados como la danza y la música.
Y es que una de las facetas poco conocidas de la amante de la escena Techno es su apasionamiento por viajar a lugares remotos en búsqueda de sonidos que alimenten su espíritu. “La mayoría de mis travesías han sido determinadas por festivales. Me encanta gastar mi dinero en cosas que me energizan: una buena obra de teatro, un concierto de un artista ultraclavado, comprar piezas raras que me producen un goce estético… Esa clase de cosas me elevan, más que coleccionar bolsas de marca o coches de lujo. Para mí, lo ostentoso es ruido, son escudos de personas vacías que proyectan la atención hacía otra parte, para que no observes sus carencias reales”, expresa Paola, quien no teme ir a lugares como Vietnam de mochilera en pos de la aventura.
En ese sentido, Fernández es una vitalista consumada: escoge siempre calidad sobre cantidad en cada aspecto de su existencia y rechaza papeles o lineamientos acartonados en búsqueda de una realidad más jugosa, tal y como espetó alguna vez el premio Nobel de literatura, el escritor francés André Gide: “Seremos viejos cuando dejemos de indignarnos”.
Por ello, la también representante de influencers con causa, se aventuró a dar un paso más al exponer, a través del programa Música accesible, cómo los espacios públicos no están dotados con medidas de acogimiento para personas con capacidades distintas. No se trata de que haya rampas o elevadores (que son importantes, más no medidas suficientes), sino precios preferentes e instalaciones con amenidades para que todos los asistentes –sin importar su condición– puedan disfrutar al máximo de los eventos.
“En mi experiencia, puedo decir que tanto los festivales consolidados como los pequeños con pocas emisiones adolecen de lo mismo: les falta reimaginar el espacio, la proporción de las butacas, estacionamiento, etcétera. Condiciones que permitan al espectador disfrutar de las artes sin detenerse a pensar que si no tuvieran tal o cual condición podrían vivir la experiencia totalmente”, añade Fernández. A raíz de haberse criado junto a su hermana Ximena, una joven diagnosticada con Hipomelanosis de Ito (enfermedad asociada con problemas oculares, del sistema nervioso y esqueléticos), adquirió mayor conciencia sobre las necesidades de los pacientes a la par de los familiares que los acompañan a diversas instalaciones en múltiples espacios públicos.
La páprika de la vida
Así como existen colores, sabores y olores en el mundo de la gastronomía, sucede exactamente igual con las personas. Ellas son las especias que hacen más llevadera la existencia, por lo que cuestionarse a menudo qué ingrediente somos en el festín de la vida es una buena forma de saber si estamos aportando sazón a la mesa o no. Paola Fernández diserta frecuentemente con ella misma –y con su terapeuta– el sabor que desea impregnar en sus relaciones laborales, personales y sentimentales.
“Cuando veo hacia atrás y reflexiono lo mucho que he avanzado en mis búsquedas individuales tras dejar de compararme con otros o desear encajar, me volví más compasiva conmigo misma e incluso mi mejor amiga. Antes pensaba que yo era la prima problemática o el bicho raro de la casa, por llevar a la mesa temas de conversación difíciles de procesar. Pero hoy puedo decir que actuar de dicha manera permitió que las nuevas generaciones en mi familia puedan ser más libres en su obrar”, revela Fernández. A pesar de ser una figura pública muy querida dentro y fuera de redes sociales, su estilo de comunicación es franco sin caer en la charcutería sentimental o narcisista, como abunda en internet, donde millares de celebridades e influencers solo enseñan sus últimas adquisiciones o rutinas de skincare, mas nunca proactividad o abanderamiento sin fines de lucro, cualquiera que estos sean.
“Necesitamos tomar partido en la facción que se desee, pero simplemente no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Este mundo se está yendo al carajo por hacernos de la vista gorda. Tenemos que hablar de lo que nos duele para superarlo en colectivo; no puede ser posible que en la actualidad estemos viviendo cinco genocidios simultáneamente –en Azerbayán, Sudán, Palestina, Etiopía y República Democrática del Congo– y lo ignoremos por completo, por desconocimiento o indiferencia. Creéme que nadie necesita saber si Taylor Swift tomó un jet para ver a su novio en Australia. En cambio, estar informados de manera empática nos permite actuar en mayor o menor escala a favor de los demás”, declara enérgicamente Fernández, a quien le encantaría ser portavoz de Amnistía Internacional o colaborar con ONU MUJERES, para apoyar desde su trinchera aquellos grupos desfavorecidos.
Y por lo anterior no quiere decir que la actriz sea una disidente empedernida, sino que sobre su piel carga consigo una perceptibilidad inmensa de humanidad que debería estar presente en cada uno de nosotros. La tibieza e indiferencia poco o nada aportan a la sociedad. “La lucha es permanente, porque somos perfectibles, estamos llamados a hacer cosas grandes no a consumirnos en un sillón tras una pantalla azul”, finaliza la joven rebelde. En su alma no guarda ni un ápice de mediocridad y sí, en cambio, de genialidad.
★ Confabulario de Paola ★
¿Te consideras una persona con fuerte llamado cívico?
Decía Aristóteles: “Somos animales políticos”. Si tenemos el uso de la razón a la mano y no la empleamos para progresar es condenable el lugar que ocupamos entre las bestias.
¿Qué problema nacional atacarías si tuvieras oportunidad de resolverlo?
La gentrificación, sin lugar a duda. Es irreal que los pobladores originarios de entidades y municipios sean expulsados de sus propias tierras por la inflación o la burbuja inmobiliaria. Encarecer la vivienda y servicios básicos son algunos de los candados para impedir generar y amasar riqueza de parte de las autoridades a sus pobladores.
¿Cómo describirías a tu familia?
De pequeña solía romantizar sobre cómo debían ser los núcleos familiares, por la forma en la que estos eran representados en los medios, creyendo que la mía era la única disfuncional, hasta que me di cuenta de que la mayoría de los hogares son así. Hoy por hoy me enorgullece decir que mi familia es muy resiliente; hemos pasado por muchísimas adversidades, como le sucede a la mayoría de las familias mexicanas. Somos muy unidos y amorosos, por encima de las discrepancias que pudieran existir.
¿Cómo te administras cuando no hay llamados en puerta?
Creo que un gran consejo sería evitar gastar imitando a los ricos porque conseguiste un proyecto grande. De eso no se sigue que la tendencia será la misma. Inviertan en una casa, planifiquen un segundo negocio que les dé ingresos cuando las audiciones escasean. Lo comento porque al comienzo de mi carrera me sucedió, fui pésima administrándome y llegaba arañando al fin de mes.
En tu experiencia, ¿tener un buen agente marcó la diferencia en tu carrera?
Mi portafolio se construyó gracias a ellos. La verdad es que es básico tener un representante que confíe y luche por ti ante productores, directores y medios.
¿Qué porcentaje se destina económicamente a un mánager?
Todos cobran igual. No es ningún secreto a voces, se les asigna el 20 % de tu ingreso. Se lo merecen totalmente, ellos realizan un gran esfuerzo por empujarte profesionalmente.
¿Cómo sería tu relación ideal a la hora de conocer gente de todo tipo?
Tengo una debilidad por las personas que se involucran en causas o actividades de manera profunda predicando con el ejemplo.
¿Qué haces cuándo nadie te ve?
Me encanta estar sola, pero es peligroso porque se torna adictivo. Hay ocasiones que “salgo de fiesta” en mi propia casa, armo un espacio acogedor, donde escucho música y bailo con la luz apagada frente al espejo. O bien me tumbo en el diván mientras enciendo un cigarrillo delicioso con la mayor tranquilidad del mundo.
Estrella PAOLA FERNÁNDEZ ★ Fotografías DIEGO ZUBIETA Peinado y maquillaje YANEL ROGO ★ Texto CAROLINA M. PAYÁN ★ Correccióndeestilo JOSÉ ANTONIO BLASCO C. Estilismo MICHEL MEDINA MARTÍNEZ